En Rosario de Acuña en Asturias (⇑) algo se contaba acerca del proceso por el cual uno de los institutos de Gijón lleva el nombre de nuestra protagonista. En sus páginas se decía lo que sigue:
Se dice también que entre las opciones que se sometieron por entonces a la consideración del citado órgano colegiado se encontraban, en la primera votación eliminatoria, las siguientes:
Ahora que se está celebrando el XXV aniversario del instituto puede ser buen momento para volver sobre el tema y para intentar contestar la pregunta que entonces quedó en el aire: ¿Qué alumnos eran aquellos que tanta sensibilidad demostraron hacia doña Rosario de Acuña? ¿Qué noticias tenían de su vida y su obra para que el suyo fuera el nombre más votado, compitiendo con los de Grande Covián, Clarín, Dolores Ibárruri y Campomanes? Por cierto, convendrán conmigo, que la lista de los alumnos no estaba nada mal. En fin, volviendo a la pregunta, conviene no olvidar que sólo fueron ellos, los alumnos, los que llevaban la propuesta de Rosario de Acuña Villanueva. La de las madres y padres estaba integrada por tres nombres: Noega, Dolores Medio y Severo Ochoa. La de los profesores, por cuatro: Monte Deva, Monte Areo, Marola y Wenceslao Roces.
Lo dicho, ¿cómo llegó el nombre de Rosario de Acuña a la votación final? y –lo que parece más interesante– ¿cómo llegó allí en la lista de los alumnos?
Para intentar responder a esas preguntas hay que retroceder unos cuantos meses atrás y situarnos en enero de 1994. En la reunión que ese consejo celebra el día veintiséis se toma el acuerdo de constituir «una comisión para estudiar el procedimiento a seguir para recoger propuestas para el cambio de nombre». En la del 13 de abril, los miembros de la citada comisión informan de su propuesta que está integrada por dos nombres: Rosario de Acuña y Grande Covián y «explican que hubo poco entusiasmo por parte de los alumnos para sugerir nombres» (¡!), asimismo se dice que «en el claustro de profesores también hubo escaso interés por esta cuestión». El «poco entusiasmo» y el «escaso interés» mostrado por unos y otros llevan a los miembros del consejo a replantearse la conveniencia de seguir o no con el proceso. Por trece votos a favor se decide continuar...
Bien. Ya tenemos ahí el nombre de Rosario de Acuña, lo puso encima de la mesa la comisión creada al efecto en el mes de enero. Pero, ¿de dónde surgió la propuesta?. Pues, dado que de la labor previa realizada por esa comisión no ha quedado –que yo sepa– constancia escrita, no queda otra que echar mano de otras fuentes, en este caso de lo que nos puedan contar quienes participaron en aquel proceso.
Tras haberlo contrastado con alguno de ellos, parece ser que fue el administrativamente denominado Personal de Administración y Servicios (PAS) quien propuso en los inicios del proceso el nombre de Rosario de Acuña Villanueva. Me cuentan que los citados trabajadores del centro hicieron suya la propuesta que les hizo María José Marqués Salgado. ¡Ah! Que me perdonen aquellos alumnos, pero, conociendo a María José, esta explicación me resulta mucho más convincente. En cualquier caso, había que hablarlo con ella cuando tuviera ocasión, pues ahora no la veía con la misma frecuencia de antes ya que está felizmente jubilada.
La ocasión llegó; y me lo contó todo, con entusiasmo. Incluso realizó alguna llamada para confirmar sus recuerdos de entonces. Me dijo que cuando el representante del PAS les comentó que había que llevar una propuesta al Consejo, ella lo estuvo pensando. Que la figura de Rosario de Acuña siempre le había llamado la atención, desde sus tiempos de estudiante, pues se preguntaba quién sería la mujer que había tenido allá lejos, a la otra punta de la bahía gijonesa, aquella casa que ella veía un día si y otro también desde la puerta de su colegio. Que pensaba que era bueno que el instituto tuviera un nombre de mujer y qué mejor que el de Rosario de Acuña, que además de serlo, había vivido allí en aquella casa y había muerto en Gijón. Por si todo ello no bastara, acudió a la Gran Enciclopedia Asturiana en busca de argumentos más consistentes. Recuerda que entre los méritos atribuidos a doña Rosario se decía que la citada había hecho mucho por la educación de las mujeres. Allí estaba. Eso fue lo que terminó por convencerla. ¿Qué mejor atributo para dar nombre a un centro educativo? Mujer, gijonesa (al menos de adopción, que en Gijón quiso vivir y en Gijón murió), defensora de la mujer y educadora. Con esos argumentos acudió a la reunión con sus compañeros... El resto ya se sabe, se comentó más arriba. La comisión recogió la propuesta del PAS y el nombre de Rosario de Acuña llegó hasta la sesión que el Consejo Escolar celebró el día 8 de junio de 1994. Y en la votación final obtuvo 13 votos; las otras candidaturas, uno.
Gracias María José.
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