La Junta Municipal del Distrito de Latina, en sesión celebrada el 5 de abril de 2018, acordó asignar el nombre Rosario de Acuña al centro sociocultural sito en la calle María del Carmen, número 65. Días después, la decisión es ratificada por el delegado del Área de Gobierno de Coordinación Territorial y Cooperación Público-Social. Culminaba así un proceso que se había iniciado un año antes por iniciativa de la Mesa de Memoria Histórica del distrito.
Constituida dos semanas antes con los objetivos de fomentar el debate histórico en la zona y de apoyar «el proyecto iniciado por el Ayuntamiento en relación con el cambio de los nombres de aquellas calles relacionadas con personas y pasajes de la dictadura franquista», será en la segunda reunión de la Mesa, celebrada el cuatro de mayo de 2017, cuando Rosa María Arteaga Cerrada presente su propuesta de restitución del nombre del centro cultural conocido como San José de Calasanz por el de Rosario de Acuña, que es acogida de forma favorable por los presentes, razón por la cual se acuerda trasladarla a los dirigentes municipales.
La propuesta para el cambio de denominación es incluida en el orden del día de la sesión ordinaria de la Junta Municipal correspondiente al mes de julio. Cuando llega el momento y en representación de la Mesa de Memoria Histórica, interviene Rosa María Arteaga quien, mediante una documentada exposición, realiza un completo resumen de la biografía de doña Rosario con el objetivo de que los presentes «comprendan la idoneidad e interés del cambio que promovemos". No se trata sin embargo de alegar méritos para otorgar su nombre a un centro municipal, sino –como hace constar al principio de su intervención– de restituir, de recuperar, la denominación original de este edificio que fue inaugurado el 11 de febrero de 1933 como Grupo Escolar Rosario de Acuña. Tal y como la proponente expone en la junta (y aquí se ha dejado escrito en el comentario 147. Un patronato para el colegio ⇑) aquella edificación formaba parte del ambicioso plan que el Gobierno de la Segunda República puso en marcha para paliar la escasez de plazas existentes en los centros públicos: a los seis grupos escolares que se habían construido entre 1922 y 1928 se iban a sumar otros dieciocho... ¡en menos de dos años! Algunos de los nombres elegidos para denominar a los colegios inaugurados por entonces (Pablo Iglesias, Joaquín Dicenta, Catorce de Abril, Nicolás Salmerón, Rosario de Acuña...) no debieron resultar muy acordes con los principios doctrinales que inspiraban el naciente Estado instaurado por la fuerza de las armas, de manera tal que en 1939 recibieron una nueva denominación y fue entonces cuando pasó a denominarse San José de Calasanz el que anteriormente fuera conocido como Rosario de Acuña. Y ahora lo que se pretende es restituir su nombre primigenio.
Sometida la proposición a votación, obtuvo el mismo número de votos a favor que en contra. Realizada una segunda votación, el resultado es idéntico. La presidenta de la Junta, haciendo uso de su prerrogativa de voto de calidad, deshizo el empate, quedando aprobada. No obstante, pasa el tiempo y el acuerdo no recibe el visto bueno de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid. Al parecer existe algún procedimiento o normativa que impide la duplicidad en el nombre de calles y de edificios municipales, lo cual sucedería en este caso pues ya existe una calle Rosario de Acuña.
Rosa María Arteaga no se da por vencida, ni mucho menos. En la reunión de la Mesa de Memoria Histórica del 8 de noviembre facilita la información pertinente y da lectura al recurso de impugnación que ha preparado acerca de la interpretación realizada de la ordenanza en vigor. Los presentes no están satisfechos con el procedimiento seguido hasta entonces, tal y como se recoge en el acta de la sesión: «Entendemos y acordamos que no se ha hecho el suficiente esfuerzo por parte de la actual Administración por dar el visto bueno y sí para entorpecer su realización». Parece ser que hay algún precedente en el asunto de la duplicidad, pues existe un instituto y una avenida que llevan el nombre de Manuel Fraga Iribarne.
Llegados a este punto no puedo menos de acordarme del proceder de Roberto Castrovido en una situación similar (⇑). Resulta que en 1925 andaban en el Ayuntamiento madrileño dándole vueltas a la posibilidad de renombrar una de sus calles para mayor gloria de Antonio López López, convertido en 1878 en marqués de Comillas por obra y gracia de Alfonso XII. Pues bien, al republicano periodista aquella posibilidad, no gustándole en absoluto, le brinda la ocasión para reclamar la misma vara de medir en el caso de la propuesta que lleva tiempo defendiendo: «si se sustituye el de San Andrés por el de Marqués de Comillas, abrogando las disposiciones legales que impiden los cambios de nombres y el darlos nuevos sin anuencia de la mitad más uno de los vecinos, lograré mi intento de que se cambie el nombre de Fomento por el de doña Rosario de Acuña, merecedora de dárselo a la calle en que nació».
No logró Castrovido su propósito; sí que lo consiguió Rosa María Arteaga. Su decisión y perseverancia tuvieron, al fin, el éxito deseado. Tras ser aprobada por segunda vez la propuesta en una nueva sesión de la Junta Municipal del Distrito de Latina, celebrada nueve meses después de la primera aprobación, la Mesa de la Memoria recibe a primeros de junio de 2018 la confirmación de que el cambio de nombre ha sido finalmente aprobado, como queda dicho, por el delegado del Área de Gobierno de Coordinación Territorial y Cooperación Público-Social. El centro sociocultural sito en la calle María del Carmen, número 65, pasa a denominarse Rosario de Acuña. Si Pinto, donde vivió algunos años, dio su nombre a un centro municipal (⇑) y Gijón, donde decidió pasar la última etapa de su vida, hizo lo propio con un instituto (⇑), ahora, en su Madrid natal, habían logrado que su nombre volviera a lucir en un edificio destinado a iluminar el porvenir, primero como colegio y ahora como centro cultural.
Felicitemos a Rosa María Arteaga y disfrutemos del logro que ha conseguido, pues bien sabemos que los vaivenes de la memoria no siempre resultan todo lo favorables que quisiéramos, como hemos podido comprobar en los últimos comentarios, tanto en el referido a su última casa (⇑), levantada en el litoral gijonés, como al dedicado a las vueltas que ha dado su nombre en los callejeros patrios (⇑).
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