Cautivo y desarmado uno de los dos grupos contendientes, las autoridades del nuevo Estado se dedicarán con afán a borrar todo atisbo de duda sobre la posición hegemónica que la Iglesia católica volverá a desempeñar en España desde el primer día de abril de 1939. Quienes habían defendido durante años otras posiciones bastante tenían entonces con llorar a los que se habían quedado en el camino, y con intentar sobrevivir en las difíciles circunstancias en las que se encontraban. No eran tiempos para enarbolar el estandarte de heterodoxia alguna; no eran tiempos para reivindicar la memoria de quien, como Rosario de Acuña Villanueva, se había caracterizado por combatir aquella visión del mundo que se había convertido en indiscutible por la fuerza de las armas. Así las cosas, sin nadie que la pudiera agitar convenientemente para que se dispersase, la neblina fue cubriendo poco a poco su recuerdo. Su nombre se cayó de casi todas las calles en las que había figurado, de las páginas de los periódicos, de los comentarios… de la mutilada memoria colectiva. La maldita neblina ocultó durante mucho tiempo el testimonio de quien entregó su vida a la búsqueda de la Verdad.
La borrina maldita ocultaba los textos impresos de sus artículos, de sus poesías, de sus cartas, de sus reflexiones, de sus conferencias... Pero, ¡estaban allí! Aquellas minúsculas gotas empaparon los viejos papeles en los cuales algunos dieron cuenta de su cuna, de su infancia, de sus correrías, de sus éxitos, de sus luchas... Pero ¡estaban allí!
En los empolvados anaqueles de alguna bien nutrida biblioteca se encontraba aquella obra de interminable título (Historia genealógica y heráldica de la monarquía española. Casa real y grandes de España), en cuyas páginas el señor Fernández de Bethencourt había dejado escrito en 1901 algunos datos de interés:
En las amarillentas hojas de un diario de provincias, algún cronista dejó escrito algunos rasgos biográficos de aquella mujer que estaba siendo vituperada por los universitarios de toda España tras la publicación de «La jarca de la universidad» (⇑).
La niebla cubrió los escritos... ¿Los recuerdos de quienes, en vida, la conocieron? Los recuerdos no los cubrió la niebla, no, que con ellos se los llevaron los que se fueron yendo. Y así, sin apenas rastros que seguir, se fue pasando el tiempo.
Cuando los rayos del sol empezaron a abrirse paso tímidamente entre la niebla, algunos buscaron y buscaron, algunos buscamos y buscamos... Que si cubana, que si gallega, madrileña de Pinto o de Madrid; que ciega, que condesa, que novio, que sobrino...
Sólo si echamos la mirada atrás, podemos darnos cuenta del camino recorrido en estos últimos años: algunos buscaron y buscaron; algunos buscamos y buscamos... y pusimos nuestros ojos, casi cegados, en el sitio equivocado. No dimos entonces con el libro interminable título que oculto permanecía en los empolvados anaqueles; ni con las amarillentas hojas de algún diario de provincias... ¿Qué mejor ejemplo que el mío propio?
Ahora me produce sonrojo releer lo que, en relación a nuestra protagonista, dejé escrito La Escuela Neutra Graduada de Gijón:
Dentro del grupo de los masones, debemos destacar a Rosario de Acuña y Villanueva (Madrid 1851- Gijón 1823). De familia aristocrática –de la que hereda el título de condesa de Acuña que nunca utilizó–, fue educada en un convento. A partir de 1876, año en que se estrena su obra Rienzi el tribuno,...
¡1851!, ¡condesa!, ¡convento!... No se puede errar tanto en tan pocas líneas. ¡En fin!... Por si pudiera servir como atenuante a semejante despropósito, permítaseme decir que la figura de Rosario de Acuña no era el objeto de aquel trabajo y que su referencia en la obra era un tanto secundaria, de ahí que utilizara las fuentes que por entonces tenía a mano, sin mayor profundización. En cualquier caso, así estaban las cosas no hace tanto. Citabas lo que encontrabas y lo que encontraba era erróneo. Nuevas citas de lo citado y los errores se perpetuaban.
Aunque no soy muy amigo de sentencias, proverbios ni refranes, utilizaré aquí el tan manido «No hay mal que por bien no venga», pues fue a raíz del proceso de acopio de información para La Escuela Neutra (primero la lectura del discurso que Rosario de Acuña pronunció en el acto de inauguración ⇑, que me impresionó; y más tarde, las dudas que, ya por entonces, me fueron surgiendo con las referencias que encontraba acerca de su biografía), cuando de hecho empecé a investigar acerca de la vida y obra de doña Rosario...
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