03 junio

267. «De las influencias de la literatura contemporánea: Dña. Rosario Acuña», por Emilia Pardo Bazán


Una de las páginas del manuscrito expuesta en la Biblioteca Nacional

En el año 2021 se cumplió el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán de la Rúa Figueroa. La Biblioteca Nacional organizó entonces la exposición titulada «Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad» para recordar a la ilustre escritora. A los pocos días de su inauguración me llegó la fotografía que ilustra este comentario, a cuyo pie se puede leer el siguiente texto: «De las tendencias de la literatura contemporánea: Dña. Rosario de Acuña». Se trataba de un manuscrito escrito en la década de los setenta (aunque la cartela que lo acompaña dice «c. 1870-1880», podemos acotar el periodo y reducir el intervalo a la segunda mitad, pues el texto se refiere al estreno de Rienzi, que tuvo lugar en febrero de 1876; más aún: como hace mención a una publicación del año 1879, deberíamos quedarnos con los dos últimos años de la década referida), dedicado a nuestra protagonista y que se conserva en La Coruña, en la Real Academia Galega. 

Como es lógico suponer, no tardé en ponerme a la labor:  localizar la página, rellenar el Pedimento de uso e reprodución (el impreso requerido por la institución académica para estos casos) y abonar por transferencia bancaria el importe requerido. Al día siguiente me llegaron por correo electrónico las dos imágenes del manuscrito, que leí con todo el interés del mundo. Ninguna sorpresa, ¿lo esperable?... sí, pero no. Bueno, transcribí todo aquello y lo guardé en una de las carpetas que integran mi, cada vez más amplio archivo dedicado a doña Rosario. 

Hace unas semanas me acordé de este escrito al leer Rosario de Acuña y Villanueva (1850-1923): vigencia de una pensadora, la obra que había publicado el Seminario de Historia Local de Pinto con motivo del centenario. En uno de los anexos aparecía la transcripción que de este manuscrito había realizado Josefa García Tovar y fue entonces cuando me dije que era buen momento para publicarlo en este espacio (de un centenario a otro) y aquí está tal y como lo transcribí en su momento (1)


* * *

De las influencias de la literatura contemporánea. Dña. Rosario Acuña

Emilia Pardo Bazán

 

Toda escritora es una heroína. A los hombres les es muy fácil la carrera de las letras. El que tiene la suerte de escribir una colección de artículos, un tomo de poesías, un libro, un regular drama, ve ipso facto allanarse ante él las dificultades que se le presentaban para adquirir una posición social. Al rumor de los aplausos, al arrullo de la naciente popularidad, ve desenvolverse ante él los rosados horizontes del presupuesto, y abrirse las doctas puertas de las academias. Si le da gana de coquetear con el Gobierno alistándose en la oposición, vese desde luego al frente de una coterie, agrupación o falange que le considera su oráculo, que preconiza sus producciones con las cien bocas de la prensa, que le pone en los cuernos de la luna y aún más allá de las siete cabrillas. Coméntase su vida, sus hechos, y hasta la forma de su levita. Le acogen benignos y propicios hasta sus mismos adversarios políticos, que hoy por ti mañana por mí. En los casinos, cafés y círculos, su entrada es un acontecimiento. Los hombres hallan el templo de la gloria de par en par, y aun dentro, bizcochos y confites. 

Manuscrito conservado en la Real Academia Galega
¿Qué espera en cambio a la escritora? Porvenir de ninguna especie; recompensa, de ninguna clase. Algún elogio protector, como los que gentes muy inferiores han dispensado gravemente a la ilustre novelista española o, generalmente, satirillas y cuchufletas tan áticas, pulidas y exquisitas como las que no hace mucho (Almanaque de la Ilustr[ación] de 1879) (2) disparaba un crítico avinagrado desde la columna de una publicación literaria. A la verdad se necesita heroísmo para seguir trabajando. Verdad es que hay escritoras con Fernán Caballero que se toman la brillante revancha de valer más que ningún hombre de su época. 

Afortunadamente también hay un impulso, un afán superior a toda mezquina consideración de medro y fama (por más que la fama y la gloria, bienes intangibles, pueden ser legítimamente codiciados, y de hecho lo han sido por muchas almas nobles), hay un afán desinteresado decimos, que superiormente impulsa a cada artista a realizar el mundo que en sí lleva a despecho de los obstáculos y batallas incesantes que le salen al paso. Esto es lo que impulsa a tantas mujeres a lanzarse. Así vemos que aún hoy, en que esto del escribir ofrece menos alhaja que nunca (ver lo que en los siglos XVI, XVII o XVIII pasaba) no faltan valerosas que lo emprenden. Es indudable que muchas escritoras abortan antes de formarse, dejando solo tras de sí ligeras composiciones, fuegos fatuos que apenas revelan más que una explosioncilla del sentimiento o de la fantasía; pero, en cambio, otras, en lo poco que producen, dan la medida exacta de su tamaño intelectual y artístico, y nos asombran. Así doña Rosario Acuña. Yo recuerdo el estreno de su drama. Todo el público se maravillaba del vigor del pensamiento, de la valentía de los sonoros versos, del vigor de aquella joven musa que tan briosa salía al palenque.

Notábanse sin duda en él graves, gravísimos defectos: inexperiencia, impropiedad, personajes defectuosos como la nodriza Juana, estilo declamatorio, falseada la historia, casi monologuizando un acto, exagerando el tipo del malvado (3). Repugnaba sobre todo a las personas delicadas la tendencia, más que democrática, populachera, del drama, porque el pueblo es el poder que menos debe adularse, por lo mismo que se le adula tan fácilmente y tan difícilmente se le enseña. 

Pero con todo, no se podía negar el gran valor de la autora. Era una esperanza para el público ¿Cómo no ha vuelto a escribir? Lo ignoramos (4), pero nos resta desear que no sea eterno su silencio y que se realicen las halagüeñas promesas que principalmente constituían el valor literario de Rienzi el tribuno

 

Notas

(1) A diferencia de la transcripción realizada por Josefa, en esta no aparecen las palabras que Pardo Bazán decidió tachar en el original.

(2) Se refiere, muy probablemente, a Manuel de la Revilla, autor de «Un manicomio modelo (Narración fantástica)» que aparece en  Almanaque de la Ilustración para 1879 y en donde pone en boca de uno de los personajes comentarios como el que sigue: « Amo y respeto a la mujer como el que más; pero quiero que se mantenga en el lugar que le asignó la naturaleza [...] Quiero que reinen en nuestro corazón, pero no en el parlamento ni en la plaza pública; quiero que embellezcan nuestra vida, pero no imitándonos sin éxito; quiero que sientan y amen el arte, pero no les permito que cultiven otro que el de la música, que parece nacido para ellas. No quiero que sean filósofas, ni poetisas, ni políticas, porque lo hacen muy mal generalmente y pierden al hacerlo sus nativos hechizos [...]».  No era la primera vez que el citado crítico, además de catedrático de la Universidad Central de Madrid, mostraba su opinión acerca del papel de la mujer: años atrás ya había afirmado, tal y como se muestra aquí (⇑),  que no necesita grandes conocimientos, pues para educar a sus hijos  «le basta con tener talento natural, sentido moral y ciertos conocimientos elementales»

(3) Desde hace tiempo me ha llamado la atención la dispar trayectoria vital de ambas mujeres, mucho más a medida que he ido conociendo cómo se desarrolló su crianza, bien similar, a lo que parece. Como ya he tenido ocasión de analizar (primero en una conferencia pronunciada en febrero de 2016 en el gijonés Antiguo Instituto y más tarde en «Rosario de Acuña y Emilia Pardo Bazán: dos trayectorias divergentes», incluido en el libro titulado Rosario de Acuña Hipatia (1850-1923). Emoción y razón (⇑), coordinado por Elena Hernándes Sandoica) estas coetáneas casi perfectas –sus nacimientos tienen lugar con apenas unos meses de diferencia y sus muertes se suceden con un intervalo de dos años–, hijas únicas, autodidactas, con padres (me refiero a sus progenitores masculinos, que son a quienes, al fin y a la postre y en aquel escenario sociocultural, les está reservada la última palabra) volcados en la educación de sus hijas, toman caminos bien diferentes llegadas a la treintena.

(4)  No es la única que lo dice. En el momento en que Emilia escribe sus opiniones sobre la autora de Rienzi Rosario se encuentra viviendo en Zaragoza, donde se encuentra destinado su marido. Estaba, ciertamente, alejada del centro literario del país, tal y como se cuenta en el comentario 114. Ostracismo zaragozano (⇑).

 



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