27 mayo

266. La marea y el Primero de Mayo


«El Primero de Mayo de 1916», publicado en El Socialista del día siguiente

Para que nadie se llamara a engaño, lo dejó muy claro en un escrito publicado en Heraldo de París: «Oye tú, obrero; no soy de tu clase; vengo de muy alto...».   Como quiera que este texto vio la luz en los primeros días de 1901, cabe suponer que fuera escrito cuando el siglo XIX boqueaba. Por aquel entonces residía en la localidad cántabra de Cueto y era una avicultora dedicada por entero a sus patos y gallinas. Aunque vivía de su trabajo, de lo que obtenía por la venta de los productos de su granja, no se consideraba una obrera, a tenor de lo que cuenta:

«En el presente soy burguesa, desde la coronilla hasta los pies; me baño, lavo y peino todos los días; tengo abrigos para el invierno y medios de pasar fresco el verano; poseo biblioteca, muebles cómodos y ropas abundantes para mi limpieza e higiene; soy para ti una odiosa burguesa...»

No obstante y tal como ella dice, su cotidianidad se asemeja bastante a la de ese obrero anónimo al que se dirige: «Como tú me levanto antes del alba, y me pongo al trabajo del hogar, desempeñando duras tareas, como la más tosca de tus hembras. Como tú visto la amplia blusa, honorable librea de laboriosidad y economía. Como tú tengo mis manos encallecidas, bastas y recias, por el uso que de ellas hago en diez horas diarias de trabajos diversos». 

Por muy noble que pudiera ser su linaje, meses antes de que así se lo contara a ese anónimo obrero al que se dirige, en las mismas páginas del periódico de su amigo Luis Bonafoux se publicaron unos versos suyos bajo el título «La marea» (⇑), que bien pudieran haber servido de himno glorioso a los obreros que se manifestaron el Primero de Mayo del último año del siglo XIX:

Ya se escucha en las orillas 

el rumor de la marea; 

vendavales de dolores 

traen sus olas turbulentas. 

Son lamentos y sollozos de incontables muchedumbres 

que sufrieron el martirio bajo el yugo de la fuerza; 

viene henchida de agonías; 

¡ya se acerca! 

Por muy burguesas que pudieran ser sus raíces, ella lleva ya un tiempo viviendo del fruto de su trabajo, pues los únicos dineros que se ingresan en su casa son los que ella obtiene en las largas jornadas que, todos los días de la semana, todos los días del año, dedica al cuidado de su granja avícola. De ahí que, a pesar de las diferencias («no beber más que agua pura; el estudiar –durante las horas que tú dedicas a la taberna o la riña– las leyes de la vida, y el cultivar en mi corazón y en mi inteligencia el amor y la piedad hacia mis semejantes») declara tener gran simpatía por los ideales del movimiento obrero. A pesar de las diferencias, se muestra partidaria de caminar al lado: «Si en vista de todo esto te atreves a llamarte mi compañero, por mí no hay inconveniente… ¡Choca esa diestra! ». 

Es el grito del espanto del minero que sucumbe 

asfixiado por el fuego, en la entraña de la tierra, 

siendo el lodo del abismo tenebroso su mortaja, 

no dejando más que el hambre 

por herencia. 

Aunque fuera una burguesa de cuna, siente, como queda dicho, simpatía por los ideales del movimiento obrero y así lo hizo saber unos meses antes, el Primero de Mayo de 1900, cuando el santanderino La Voz del Pueblo publica un escrito suyo dedicado a día tan señalado (⇑), de gran significado para el movimiento obrero mundial desde que en 1889, tan solo once años atrás, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional acordara declarar el día 1º de Mayo como jornada reivindicativa y de homenaje a los llamados mártires de Chicago (En 1886 se inició una huelga en Estados Unidos por la jornada de ocho horas. En Chicago, las protestas fueron duramente reprimidas, varios líderes obreros fueron detenidos y, tras el juicio, cinco de ellos fueron ahorcados).

«El mundo del mañana se elabora entre las masas obreras. En ellas están todas las esperanzas de justicia y fraternidad. La sociedad que traen es el último jalón que ha de servir a la especie racional para desprenderse de su edad infantil»: así comienza la avicultora de Cueto su escrito en aquel 1º de Mayo del último año del siglo XIX. No fue el único. Sabemos de otros cuatro más: uno publicado en el año 1910 (⇑),  (El Noroeste, Gijón) y los otros tres en 1916: se trata de textos diferentes que vieron la luz en el diario gijonés en el que colaboraba habitualmente («Como los granos de arena que...» (⇑), 1-5-1916), en el periódico mataronés Acción Fabril, dirigido a las mujeres proletarias (⇑), y  en El Socialista ( «Desde esta región cántabra...» (⇑), 2-5-1916), donde proclama su fe en el esperanzador futuro que sus ojos ya no podrán ver: 

«¡Cantad, proletarios, vuestro triunfo! ¡El porvenir es vuestro! ¡Que la libertad os bendiga y que, al cerrarse nuestros oídos al rumor de la tierra, entremos en el camino de la inmortalidad oyendo, por última vez, vuestro himno, anunciador de la fraternidad humana!»

Aunque no tengo constancia de que en años posteriores publicara nuevos escritos coincidiendo con fecha tan señalada, sí que sabemos de su participación en los actos organizados con ocasión del Primero de Mayo durante los últimos años de su vida, un tiempo en el cual comparte las penurias y estreches cotidianas con buena parte de la población gijonesa, pues los escasos dineros que recibe de su pensión de viudedad le obligan a milagrear con los gastos del comer (comprando al fiado las más de las veces) y del vestir,  para poder hacer frente a los réditos de la casa que se vio obligada a hipotecar tras los dos años de exilio que pasó en Portugal para evitar ser procesada por el asunto de La jarca (⇑)

Es el grito del que cae de una cumbre del palacio, 

jaspeando con su sangre el vestíbulo de piedra, 

donde luego, vanamente, clamarán sus pequeñuelos 

cuando vayan mendigando 

por las puertas.

En la primavera del año 1914, meses después de su regreso del exilio portugués a su casa gijonesa del acantilado, los integrantes de la Juventud Socialista Gijonesa, reunidos para tratar acerca de la celebración de la movilización obrera internacional el día 1º de Mayo,  acordaron organizar ese día un té fraternal al que se invitará a Rosario de Acuña y, para el caso de que no pudiera acudir, realizar el domingo inmediato a dicho día una visita «a la venerable señora ya encanecida en las luchas por la causa de la libertad doña Rosario de Acuña». Tal parece que, al igual que aquellos otros jóvenes que integran la redacción de El Ideal (⇑), «órgano de las Juventudes Republicanas Revolucionarias de los distritos de Tortosa y Roquetas», algunos hay en Gijón que (a diferencia de los estudiantes que no hace tanto tiempo pedían su cabeza por aquellas palabras suyas condenando la agresión sufrida por unas universitarias) agradecen su ya larga lucha en favor de la libertad de conciencia y en apoyo de los más desfavorecidos.

Al final no pudo ser. Lo agradeció, pero no hubo visita: la «venerable señora» de El Cervigón, enterada de las intenciones de los jóvenes socialistas, les rogó en una carta enviada con tal motivo que suspendieran la excursión programada porque, hallándose enferma, no podría recibirlos como quisiera.

Rosario de Acuña durante la visita de los obreros a El Cervigón el Primero de Mayo de 1923

Aunque no fue posible en esa ocasión, si que lo fue años después. Sabemos que entre las actividades que se llevaron a cabo en la jornada del Primero de Mayo de 1921 hubo, a la tarde, una excursión al campo, que se alargó hasta la casa de doña Rosario de Acuña, a cuya ilustre escritora saludaron los excursionistas. 

La visita se repitió el año siguiente.  Según publicó El Socialista algunos días después, una comisión («formada por más de cuarenta compañeros y compañeras») acudió en representación de los organismos obreros a visitar «a la ilustre escritora doña Rosario de Acuña y Villanueva».

Volvió a suceder en 1923 y también por la tarde. Partieron del centro de la villa en dirección a El Cervigón en pequeños grupos, disfrutando del esplendoroso día. Doña Rosario, de cuyo aspecto da cuenta la fotografía que le hicieron durante la visita y que ilustra este comentario, les recibe en la puerta de su casa y les invita a pasar. Fue en el transcurso de este encuentro cuando, según nos ha dejado escrito Manuel Tejedor (⇑), uno de los presentes, la vieja luchadora les pidió que en adelante, además de Juan José, la obra de su amigo Dicenta, en ese día tan señalado representaran también El padre Juan, cuyo texto les entrega. Fue también durante esta amigable reunión cuando alentó a los presentes a unirse frente a la amenaza que se cierne sobre la vieja Europa: «únanse ustedes los socialistas, los comunistas, los sindicalistas, los anarquistas, todos los verdaderos liberales; unirse en bloque ante esa avalancha que se nos echa encima en todos los países, que es el fascismo».

Fue su último Primero de Mayo. Cuatro días después de esta visita, de este «homenaje sencillo, de respeto y admiración, por parte de los trabajadores socialistas y simpatizantes», una embolia cerebral acabó con su vida mientras trajinaba por la casa.

Ya se escucha en las orillas 

el rumor de la marea; 

no habrá rocas, ni aún las altas, 

que resistan los embates de sus olas turbulentas; 

viene henchida de agonías. 

¡Ya se acerca!...




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