En la España del Concordato la prensa díscola, aquella «mala prensa» que estaba en el punto de mira de la jerarquía eclesiástica, tuvo que soportar todo tipo de penalidades para sobrevivir, no en vano en algunas zonas su lectura fue prohibida por los prelados del lugar con amenaza de excomunión a quienes se atrevieran a poner los ojos en tan nocivos escritos. Dos son las cabeceras que más diatribas provocan: Las Dominicales del Libre Pensamiento y El Motín. El semanario librepensador no logra superar la primera década del siglo XX; la segunda, la «irrespetuosa hoja» nacida en 1881 y que José Nakens pone en circulación cada semana, consigue resistir unos años más, aunque para ello tenga que recurrir a medidas extraordinarias.
En cierta ocasión algunos periodistas, conocedores de la crítica situación económica por la que atravesaban tanto el semanario como su director, ponen en marcha una campaña de apoyo. Se trata de conseguir cien suscripciones mensuales de 25 pesetas «para inyectar un poco de oxígeno económico». Una semana después de haberse dado a conocer la iniciativa el semanario publica una relación con las donaciones recibidas y el de Rosario de Acuña, con la cantidad requerida, es el primer nombre que allí figura. Dadas las simpatías que la escritora sentía por Nakens, no habría que extrañarse por el donativo sino fuera porque la edición de El Motín en la que aparece lleva fecha de 29 de noviembre de 1924... ¡La donante lleva más de año y medio enterrada!
No era ésta la primera vez que realizaba semejante proeza. Un año antes, en la edición de El Motín correspondiente al 7 de julio de 1923, la encontramos en la relación de donantes que acuden, en su caso con diez pesetas, a la suscripción abierta por el el Centro Democrático de Portugalete para levantar en esa localidad un mausoleo en memoria de Juan José Conde-Pelayo, padre de Volney, el autor del artículo «Homenaje a una mujer ilustre» (⇑) publicado en esta bitácora semanas atrás.
¡Vale! Aceptemos que, aún después de muerta su memoria desate pasiones; que haya disputas ideológicas entre quienes quieren poner su nombre a una calle en Gijón y quienes no dudan en recurrir a los tribunales para que tal cosa no suceda; que algunos guarden objetos personales suyos como si fueran reliquias... Pero esto de andar realizando donaciones a estas alturas de su muerte sólo sería creíble para quienes guardaran en su casa una de aquellas hojas volanderas que afirmaban, según se cuenta en «La casa del diablo» (⇑), que se había visto a doña Rosario volando «montada en los riñones de un gran demonio de color verde».
Los lectores de El Motín no eran, a pesar de lo que hubieran llegado a pensar las autoridades eclesiásticas, dóciles siervos del mal que creían a pies juntillas todo lo que aparecía en las diabólicas páginas del semanario, y el señor Nakens se vio en la obligación de aclarar el asunto en el número siguiente:
Se me pregunta cómo, habiendo muerto aquella gran mujer llamada doña Rosario de Acuña, figura la primera con 25 pesetas en la lista publicada en el número anterior de amigos que envían cantidades para ayudar a El Motín.Voy a explicarlo por complacer a su heredero don Carlos Lamo, que las envió en la siguiente carta:
«Mi querido don José:
Cuatro palabras, porque hace un frío muy grande y se me hielan las manos al escribir. Ahí van las 25 pesetas que doña Rosario le manda por la acción que le pedí de la editorial y que nadie me aceptó.
He vendido la biblioteca de doña Rosario, ¡calcule usted qué dolor!, y al recibir parte del importe le remito esos cinco duretes, que le ruego admita para ayuda de El Motín, pues no quiero ser de peor condición que los demás amigos de usted.
Ah! y conste en la lista que quien se las envía es doña Rosario; y nadie más que ella. No puede usted desairarla.»
Encontré tan delicada la proposición de Lamo, que prescindí de la incongruencia en que yo incurría al hacerme su cómplice fingiendo aceptar un obsequio de una muerta. No quise desaprovechar la ocasión de honrar nuevamente las columnas de El Motín estampando el nombre de aquella mujer inolvidable.
No parece aventurado pensar que la carta de Carlo Lamo, que explica lo sucedido en torno al donativo para El Motín, pueda servirnos también para explicarnos la donación del verano anterior. No creo, sin embargo, que la misma pueda utilizarse para justificar la aparición en las páginas de El Noroeste correspondiente al primer día de noviembre de 1924 de estos versos que, bajo el título «De ultratumba», aparecen firmados por Rosario de Acuña:
¡Ay! hermanitos, hermanos del alma,
no hagáis de comparsa
en tan triste farsa;
sed más bien faros de amor infinito
que alumbre el camino de tanto hermanito.
Negamos a Dios si creemos la muerte;
tened siempre en cuenta que no hay nada inerte.
Adiós hermanitos, la muerte no existe,
no hagáis de comparsas en farsa tan triste.
Nota. Este comentario fue publicado originariamente en blog.educastur.es/rosariodeacunayvillanueva el 13-2-2010.
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