A primeros de mayo de 1924, en el primer aniversario de la muerte de doña Rosario de Acuña Villanueva, Carlos Lamo Jiménez, su inseparable compañero, organizó lo que se dio en llamar una «velada necrológica» que tuvo lugar en el Ateneo Obrero de Gijón. Los intervinientes en aquel acto, que volvió a celebrarse al año siguiente, rememoraron algunos de los hitos más significativos de su biografía y leyeron algunos fragmentos de sus obras.
Hace unos días, coincidiendo con el XCIII aniversario del luctuoso suceso, nos reunimos un grupo de entusiastas seguidores de la ilustre librepensadora para recordar su figura y su testimonio. Los asistentes al acto, que tuvo lugar en el Club La Nueva España –un activo foro de debate abierto a las inquietudes socioculturales de los gijoneses coordinado por Luis Miguel Piñera– pudieron escuchar al cantautor gijonés Carlos Riestra interpretar su tema «Rosario Acuña». Al final de la velada, Luis Felipe Capellín nos presentó su documental «Descubriendo a Rosario Acuña (⇑)». Si difícil es condensar en apenas treinta minutos toda una vida –y más, si cabe, la de una persona como nuestra protagonista– tan difícil, al menos, lo es hacerlo en una canción. Y los dos, creo yo, lo han conseguido. Riestra, con el ritmo y la melodía; Capellín con las imágenes y la aportación de varios de los integrantes del cada vez más nutrido grupo de quienes tienen en gran estima, por considerarlo sobresaliente y extraordinario, el testimonio vital de doña Rosario de Acuña Villanueva.
Puesto que a mí me correspondía trazar una reseña biográfica de la homenajeada, quise prestar especial atención a sus relaciones con los trabajadores, con «el pueblo auténtico, los bajos, los últimos, los que viven de su trabajo de todos los días»; a aquellos obreros que cada Primero de mayo se desplazaban hasta su casa de El Cervigón para compartir unas horas con aquella mujer que, abandonando los privilegios de su cuna, quiso vivir y morir defendiendo la libertad, la fraternidad y la igualdad.
Como si de una prolongación de los actos del Primero de mayo que se celebró hace pocos días y remedando lo que se hiciera en aquella velada necrológica celebrada en el Ateneo Obrero, me pareció oportuno recordar el discurso leído en el Ateneo (⇑) la noche del 15 de septiembre de 1888; y leer un interesante artículo, uno de los últimos escritos que hemos recuperado. Fue publicado en el Heraldo de París el 5 de enero de 1901:
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Rosario de Acuña y Villanueva. VIDA y OBRA (⇑)