«Mañana, a las ocho y media de la noche, habrá velada en el Ateneo. La eminente poetisa doña Rosario de Acuña de Laiglesia dará lectura a su último poema Pensar y sentir [por Sentir y pensar] y a algunos sonetos inéditos. El mérito de la señora Acuña, que tiene un nombre envidiable en la literatura, y la circunstancia de ser esta la primera vez que una señora concurre al primero de nuestros centros científicos, atraerá sin duda gran número de socios y de público deseosos de aplaudir las hermosas composiciones de la autora de Rienzi el tribuno».
El referido acto constituía toda una novedad y los periódicos de la capital así lo habían venido anunciando en los días previos: una mujer iba a hablar desde la tribuna del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. La expectación creada (hubo quien calificó de «espectáculo» el hecho de que aquella iba a ser la primera vez que «ocupará su cátedra una dama») propició que el sábado 19 de abril de 1884 fueran numerosos los socios (y «señoras invitadas») que acudieron al flamante edificio de la calle del Prado, la nueva sede del Ateneo que había sido inaugurada tan solo unos meses antes.
En los días posteriores, la prensa recogió comentarios con diversas consideraciones acerca de la calidad de los poemas recitados, de la entonación de la poeta, del carácter más o menos intimista de la dedicatoria. No faltaron tampoco algunas reflexiones que, trascendiendo lo poético, ponían el énfasis en el hecho mismo de la presencia de la mujer en aquella docta institución. Hubo quienes echaron mano de la ironía para mostrar su desacuerdo; desde otras redacciones influyentes se pidió mesura a la junta directiva en aquella «atención galante en pro de las señoras»; Josefa Pujol, por el contrario, se mostraba exultante en las páginas de La Ilustración de la Mujer:
«Nunca con mayor gusto que hoy corre la pluma sobre el papel para consignar un nuevo e importantísimo triunfo femenino.
Rosario [de] Acuña, la ilustre autora de Rienzi el tribuno, sobreponiéndose a rancias preocupaciones, arrostrando las prevenciones de unos cuantos y confiando en la imparcialidad y justo criterio de muchos, ha ocupado la cátedra del primer ateneo español. Y debemos confesar que la denodada dama e inspirada poetisa ha dejado bien sentado el pabellón femenino en nuestra primera corporación literaria.»
El próximo cuatro de junio, ciento treinta y cinco años después, Rosario de Acuña volverá al ateneo madrileño. Ese día está programada una mesa redonda para hablar del libro Rosario de Acuña, Hipatia (1850-1923). Emoción y razón, una obra de reciente aparición que recoge siete estudios inéditos, de siete voces especializadas, que se unen con el objetivo común de contribuir a la divulgación de su valioso testimonio vital. Christine Arkinstall, Ana María Díaz Marcos, Elena Hernández Sandoica, Solange Hibbs-Lissorgues y María José Lacalzada de Mateo, profesoras de las universidades de Aukland, Connecticut, Autónoma de Madrid, Toulousse y Zaragoza respectivamente, analizan desde diferentes perspectivas su rica personalidad, su inspiración filosófica, la espiritualidad de su pensamiento, su universo masónico o su posición feminista en torno a la maternidad. Un análisis de sus poesías líricas, elaborado por José Bolado, y el estudio que realizo acerca de las figuras de Acuña y su coetánea Emilia Pardo Bazán, completan esta obra colectiva a la cual ya se ha dedicado un comentario anterior (⇑).
No será esta la primera vez que el Ateneo abra sus puertas a quien, desde aquella noche de la primavera de 1884, forma parte de la historia de la entidad. Ya lo hizo en febrero del año 1933, el día anterior al de la inauguración del colegio Rosario de Acuña (⇑). Con tal motivo, la sección de Pedagogía –en colaboración con las de Literatura y Ciencias Morales y Políticas– organizó un acto de homenaje a la ilustre escritora que contó con la intervención de Augusto Barcia Trelles, presidente por entonces del Ateneo, Antonio de Lezama y los diputados Eduardo Barriobero y Rodolfo Llopis.
Si aquel evento hizo posible que –al menos para el público que en gran número acudió a la sede de la sociedad cultural– se iluminara un tanto el oscuro recuerdo de la homenajeada, el que tendrá lugar el próximo martes cuatro de junio supondrá un nuevo hito en la recuperación de su memoria. El regreso al Ateneo de doña Rosario de Acuña y Villanueva, por medio de la intervención de algunas de las voces especializadas en su vida y en su obra, jalonará este largo proceso (⇑) que está consiguiendo rescatar del olvido su valioso testimonio vital. Iniciado a finales de los sesenta del pasado siglo, en los últimos tiempos ha dado muestras bien visibles de sus significativos avances: cuenta ya con espacio propio en la Biblioteca Nacional (⇑), la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (⇑), en el Proyecto Ensayo Hispánico (⇑); el Centro Dramático Nacional ha estrenado hace unos meses Rosario de Acuña. Ráfagas de huracán (⇑), una obra escrita por Asunción Bernárdez que la tiene a ella por protagonista; Desde el año 2015 Pinto cuenta con un centro municipal que lleva su nombre, tras haber obtenido el mayor número de votos en una consulta popular (⇑), que a tal fin organizó el Ayuntamiento de esta localidad donde estuvo avecindada durante varios años. Hace tan solo unos meses que en Madrid, su ciudad natal, el centro sociocultural (⇑) sito en la calle María del Carmen, en el distrito de La Latina, pasó a denominarse Rosario de Acuña, recuperando así el nombre del colegio ubicado en este mismo edificio y que fue inaugurado por el presidente de la República el 11 de febrero de 1933...
Aunque aún puedan aparecer nuevos documentos, nuevos estudios, nuevas obras; aunque desde hace unos meses contamos con nuevos documentos, con documentación fehaciente que habla de una obra de teatro, hasta ahora desconocida, que traspapelaron sus editores; de su negativa a aceptar la propuesta para dirigir una revista masónica de nueva creación, que le había formulado el vizconde consorte de Ros, a la sazón Gran Comendador del Gran Oriente Nacional de España. Aunque, como es de desear, se vaya profundizando en todo lo que ya conocemos, creo que este es buen momento para, tras echar la vista atrás, sentirnos satisfechos de lo que ya hemos conseguido gracias al esfuerzo colectivo. Tras el regocijo habrá que volver a la tarea, pues apenas quedan cuatro años para que en 2023 nos topemos de frente con el centenario de su muerte. Convendría empezar a prepararlo.
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