05 diciembre

281. Al maestro Campoamor


Monumento a Ramón de Campoamor erigido en Navia en agosto de 1913

Vivir en Zaragoza supone estar lejos (⇑) de lo que hasta entonces formaba parte de su ambiente cotidiano. En  Madrid ha quedado su familia y también todo cuanto tiene que ver con su naciente y prometedora actividad literaria. En su ciudad natal están sus amigos, los que ya formaban parte de su entorno (como Julia Asensi y su hermano Tomás, director de La Mesa Revuelta, con quienes comparte el gusto por la escritura, por la poesía) o los más recientes, aquellos que tras el éxito de Rienzi le han ofrecido amistad y aliento. 

La lejanía suma inconvenientes a la dependencia que, por mujer, se ve obligada a asumir y que ha propiciado una especie de convenio tutelar (⇑) entre su padre (en Madrid) y su marido (en Zaragoza), complicando  sus relaciones con representantes y editoriales, hasta tal punto que bien pudieran aportar alguna luz a la inexplicable pérdida del manuscrito de una de sus obras dramáticas (⇑), de la cual no hemos tenido más noticias.  

En la distancia zaragozana no le queda otra que echar mano de la correspondencia para mantener abiertos los vínculos que mantiene con la capital. Gracias a las cartas y a sus esporádicas visitas a su ciudad natal, intenta dar respuesta a las inquietudes que le asaltan, a las dudas sobre el camino a seguir. Ya se ha dado cuenta en un comentario anterior (⇑)  de una reunión que mantuvo en las Navidades de 1877 con varios escritores para cambiar impresiones acerca de Amor a la patria, su segunda obra dramática y de la cual parece no sentirse muy satisfecha. 

Si para hablar de teatro lo hace con dramaturgos, como es el caso de su amigo José Echegaray, para hacerlo de poesía, y más en concreto de pequeños poemas, quién mejor que Ramón de Campoamor (Navia, 1817 - Madrid, 1911), considerado el creador de los mismos, y también de las «humoradas» y «doloras», a las cuales caracteriza en el prólogo de Humoradas, dedicado a Ramón Menéndez Pidal:

Cuando publiqué las «Doloras», el nombre pareció demasiado neológico. Salieron a luz los «Pequeños Poemas» y el título fue muy censurado por razones que nunca he comprendido. El nombre de «Humoradas» ¿parecerá también poco propio? ¿Qué es «humorada»? Un rasgo intencionado. ¿Y «dolora»? Una humorada convertida en drama. ¿Y «pequeño poema»? Una dolora amplificada.

Rosario de Acuña ha escrito una poesía que sigue los parámetros del pequeño poema, razón por la cual se le ocurre que nadie mejor que su creador y autor de los titulados  La calumnia, Don Juan, La novia y el nido, El quinto no matar, Los grandes problemas, Las flores vuelan, El tren expreso o Dulces cadenas para que le diga qué le parece el suyo. Con este asunto de por medio, en su archivo (⇑) se conservan tres de las cartas que le envía el escritor asturiano. A pesar de que no consta el año en que fueron escritas (sí el día y el mes), creo que las podemos ordenar en razón de su contenido. 

En la que bien pudiera ser la primera de las tres, fechada un dieciocho de noviembre (probablemente del año setenta y nueve) y escrita en un papel con membrete del Consejo de Estado, el afamado poeta le dice que ha recibido («y leído con admiración») su pequeño poema. Pocas dudas albergo (a pesar de que, como luego veremos, otro hay que aparece en su correspondencia) acerca de que se trata de Morirse a tiempo (⇑), subtitulado Ensayo de un pequeño poema imitación de Campoamor y publicado por primera vez en Zaragoza ese mismo año. 

La respuesta de don Ramón resulta gratificante, no sólo por los elogiosos comentarios que realiza de la obra recibida  («el desempeño es magistral») sino también por las demostraciones de simpatía que muestra hacia su autora  («Tengo mucho placer en ver que no dedica usted su talento solo al teatro») y los estimulantes consejos que le dirige, animándola a «seguir el género y hacer una colección completa de pequeños poemas».

Tal parece que Rosario le hizo caso: escribió Sentir y pensar (⇑) y lo sometió también a la valoración del consagrado poeta. Es de suponer que la respuesta que le envió sea una carta fechada un veinticuatro de diciembre en la que se refiere a los dos últimos versos, pues lo que dice al respecto parece ajustarse mejor a los finales de este poema (Peligros de sentir sin pensamiento,/ ventajas de pensar sin sentimiento). Campoamor parece tener dudas, no tiene claro que tenga el carácter y trascendencia de pequeño poema hasta que se encontró con ese final: «me gusta mucho lo bien condensado que está el pensamiento en los dos últimos versos».

A pesar de este último comentario, la joven autora prefiere no etiquetarlo como el anterior y finalmente sale de la imprenta como «poema cómico», con lo cual parece haber renunciado a esa colección de pequeños poemas que le había sugerido para dar continuidad al elogiado Sentir y pensar. ¿Acertó o erró? 

Pocas semanas después de que Sentir y pensar. Poema cómico fuera publicado, a su autora se le presenta una magnífica ocasión para someterlo a la pública consideración. Resulta que a finales del mes de enero de ese año ochenta y cuatro se había inaugurado la nueva sede del Ateneo de Madrid y, tan solo unos meses después, el 19 de abril, Rosario de Acuña se convierte en la primera mujer en ocupar la tribuna de la prestigiosa entidad cultural, y para esa ocasión tan especial decide leer su último poema, ese que decidió que no fuera «pequeño» y lo bautizó como «cómico», a pesar de estar dedicado a su padre, fallecido meses antes.

Si lo que esperaba era una razonada, docta y ecuánime opinión de la crítica, debió de sentirse un tanto defraudada, pues los comentarios vertidos en la prensa capitalina se centraron más en el hecho novedoso de que una mujer ocupara la tribuna de la académica institución (no faltaron quienes lo admitieron en tanto que suceso excepcional, pernicioso si se convertía en habitual), que en valorar el poema que había leído en aquella velada. No obstante, entre los diversos comentarios publicados entonces acerca de la pertinencia o no de repetir tan relevante presencia femenina en el Ateneo, alguno hubo que dedicó varios párrafos a valorar la obra que allí había sido recitada. 

Por el contenido de la tercera carta de Campoamor no debieron de resultar muy favorables, pues en ella le dice a Rosario: «No sea usted niña, no se desaliente por pareceres apasionados, en la inteligencia de que el día de mañana serán un título más de gloria las críticas acerbas de hoy». Lo tuviera o no en cuenta, el caso es que, apenas unos meses después Rosario de Acuña Villanueva decide adherirse a quienes en España llevan ya un tiempo luchando en pro de la libertad de conciencia, y así lo hace público en una carta que envía a los directores de Las Dominicales del Libre Pensamiento (⇑), en la cual también anuncia que abandona su actividad literaria:  «Lo que antes escribiese, lo rechazo, como nacido en una edad nebulosa, que tenía reminiscencias del candor y recuerdos (emocionales para la mujer) de la propia mística». 

Décadas después, ya en la vejez, mostraba con orgullo un ejemplar de Doloras y humoradas que le había dedicado su amigo Campoamor, tal y como nos ha dejado escrito José Díaz Fernández (⇑), un joven periodista que solía visitarla en la casa gijonesa del acantilado. Tal vez en estas visitas también se acordara de aquel tiempo pasado en el cual tenía dudas acerca de cómo catalogar su Sentir y pensar. Quizás en ese tiempo hablara con Antonio López Oliveros de la correspondencia mantenida al respecto con Ramón de Campoamor, al fin y al cabo el por entonces director del periódico gijonés El Noroeste era uno de sus habituales contertulios, también uno de los promotores del monumento al poeta naviego que se erigió en su localidad natal en el mes de agosto de 1913 y que fue financiado con una colecta que él mismo encabezó.

 




También te pueden interesar

De izquierda a derecha: Carmen Moriyón, alcaldesa de Gijón, Lidia Falcón y Amelia Valcárcel, directora de la Escuela 272. Lidia Falcón en la Escuela
La escuela a la cual hace mención el título de este comentario es la Escuela Feminista Rosario de Acuña, que este año presenta algunas notas singulares en su programa, por aquello de la coincidencia de dos números redondos: cumple su edición...

 

 
Villanueva de Oscos. Senda verde del Agüeira (Archivo del autor) 244. Asturias: el rincón más hermoso, florido y fecundo de la patria
Aunque nacida en pleno centro de Madrid, no tardó en disfrutar de los efectos salutíferos de la brisa yodada del Cantábrico. Sabemos de sus tempranas estancias...


Fotografía de niños rusos a la espera de recibir ayuda alimentaria (otoño 1921)136. Un abanico contra el hambre
Doce millones de rusos pasan hambre. Máximo Gorki solicita con urgencia «al mundo civilizado de Europa y América» pan y medicamentos. Rosario de Acuña les da lo que tiene: un abanico bordado...


Fragmento del artículo publicado en La Voz, 31-10-192766. «En justa respuesta», por Regina Lamo
La autora del escrito da cuenta de sus gestiones para conseguir que la que fuera casa de Rosario de Acuña se convierta en colonia escolar: «Lo único que aceptaremos es la institución escolar de colonia veraniega instalada en aquella... 
 
 

Fragmento de la noticia de la muerte publicada en El Noroeste33. «Está la pluma tan cargada de dolor...»
Rosario de Acuña fue durante catorce años una de las más ilustres colaboradoras del periódico gijonés El Noroeste. No es de extrañar que el periódico se despidiera de ella con hondo dolor y sin escatimar espacio en la edición que salió a la luz...




 
© Todos los derechos reservados – Se permite la reproducción total o parcial de los textos siempre que se cite la procedencia 
Comentarios, preguntas o sugerencias: info.rosariodea@gmail.com