Xosé Bolado ha donado al Ayuntamiento de Gijón la documentación que durante años ha ido reuniendo acerca de Rosario de Acuña y Villanueva. El fondo incluye material de su época: «álbumes, antologías con textos (poemas y otras composiciones) de la escritora, hojas y folletos, abundante documentación hemerográfica, grabados, fototipias, fotos, documentación del contexto literario e histórico, almanaques, programas, revistas, tarjetas, convocatorias...». Ha sido depositado en la Hemeroteca Municipal y, tras su catalogación, estará a disposición de cuentas personas quieran profundizar en el conocimiento de nuestra protagonista.
La noticia, que no puede ser calificada más que como magnífica por quienes llevamos años empeñando nuestro esfuerzo en la tarea de difusión del testimonio vital de doña Rosario, se complementa con otra información que tiene una especial relevancia para quien esto escribe: como contrapartida a la donación, el Ayuntamiento se ha comprometido «a organizar los actos conmemorativos del centenario del fallecimiento en Gijón, en 1923, y en los que se incluye la programación y ejecución de una exposición dedicada a la escritora y activista madrileña afincada en Gijón».
Parece ser que algo empieza a moverse y que el centenario del fallecimiento de Rosario de Acuña no pasará inadvertido. Queda ahora por saber qué tipo de «actos conmemorativos» serán los que se desarrollarán o, dicho de otra forma, qué tipo de objetivos serán los que se pretendan alcanzar con las actividades que a tal fin se programen. Pues conmemorar supone recordar algo o a alguien, y tal acción es susceptible de ser abordada de diferentes grados y maneras. Se puede, ciertamente, acotar unos espacios y unos tiempos para rememorar con mayor o menor solemnidad quién fue esta ilustre vecina de Gijón y seguidamente entregarnos, de nuevo, al apacible letargo de la progresiva desmemoria. O, mirando más allá, podemos aprovechar la coyuntura del centenario para intentar que su testimonio vital se integre en la memoria colectiva de la ciudadanía gijonesa.
Hace unos meses, una concejala del Ayuntamiento de Gijón se interesaba por conocer cuáles eran mis propuestas al respecto. Por diversas circunstancias no se las pude hacer llegar entonces. Quizás ahora sea buen momento para dar respuesta a su interés y, de paso, exponerlas a la consideración pública. Como bien se puede deducir de lo más arriba expresado, el objetivo de las mismas trasciende el propio centenario para intentar lograr que, al fin, la figura de Rosario de Acuña y Villanueva forme parte del acervo gijonés. Se estructuran en tres ámbitos de actuación:
Primero. Habida cuenta de que no se parte de cero, de que ya hay un camino recorrido, creo que desde el principio –en la fase de preparación y diseño de las actividades– es preciso contar con aquellos colectivos que, de una u otra forma, ya han mostrado su interés en preservar vivo su recuerdo. Es el caso de la entidades que han asumido el nombre de Rosario de Acuña como enseña (un coro de voces femeninas, una logia masónica, un instituto, una escuela feminista); también del Ateneo Obrero de Gijón (con vinculación histórica con doña Rosario) o de aquellas otras que tienen su razón de ser en la defensa de algunos de los postulados por los cuales ella batalló a lo largo de su vida (Tertulia Feminista Les Comadres, Asturias Laica, Ateneo Republicano de Asturias...). Con el concurso de todas ellas, el programa de actos del centenario resultará más rico, plural y participativo.
Pero no sólo eso, la confluencia de estas entidades representa además una magnífica ocasión –y he aquí lo que a mi juicio adquiere mayor trascendencia–, para impulsar la creación de una plataforma que tuviera entre sus objetivos la difusión del pensamiento de doña Rosario, a semejanza de otras ya existentes.
Segundo. Si queremos que su testimonio vital enraíce en la colectividad y perdure en el tiempo, debemos procurar que sea conocido por la juventud gijonesa. También en este campo de actuación contamos con un trabajo previo que deberíamos tener en cuenta. Desde hace ya unos cuantos años, el instituto que en Gijón lleva su nombre entrega al alumnado que termina sus estudios de Bachillerato un libro que tiene a la librepensadora como protagonista. En un principio fue la edición que realizó María del Carmen Simón Palmer de dos de sus obras dramáticas más emblemáticas: Rienzi el tribuno y El padre Juan. Luego fue Rosario de Acuña en Asturias (⇑) y, más recientemente, ¿Quién fue Rosario de Acuña? Quizás fuera posible que esta labor de divulgación llegara a otros centros docentes, lo cual posibilitaría que el alumnado de Bachillerato del concejo de Gijón conociera, primero, e indagara, después, en el valioso testimonio vital que nos ha legado. A tal fin y si se considera de interés, me comprometo a ceder los derechos de ¿Quién fue Rosario de Acuña? (⇑) y a entregar los archivos correspondientes en los formatos PDF, EPUB y MOBI para que la obra pueda ser conveniente distribuida.
Sería posible entonces que en la edición del centenario, la de 2023, el Premio de Investigación Rosario de Acuñad abriera una nueva modalidad para estudiantes de Bachillerato, que tuviera por objeto el estudio de su vida, su obra o de aquellas materias a las cuales ella dedicó buena parte de sus escritos (feminismo, movimiento obrero, la naturaleza y su conservación, la libertad de conciencia...). Ni qué decir tiene que si la experiencia alcanzara el éxito que auguramos, habría de tener la deseable continuidad, lo cual facilitaría grandemente el objetivo perseguido.
Tercero. Bien está que en las estanterías de las bibliotecas encontremos sus obras y los trabajos que sobre ella se van publicando; bien está que estén accesibles en Internet y que cada vez sean más consultadas (un dato alentador al respecto: las consultas de su entrada en la Wikipedia han aumentado en el último semestre un 62%); pero no por ello debemos de olvidarnos de la necesaria presencia de su recuerdo en el paisaje urbano, en la cotidianidad ciudadana. Creo que no está demás que, al tiempo que ponemos los ojos más allá del centenario, intentemos consolidar lo que en este sentido ya se hizo tiempo atrás. A finales de la década de los ochenta del pasado siglo, el Ayuntamiento de Gijón decidió contribuir a la recuperación para el acervo ciudadano de la figura de Rosario de Acuña, durante tantos años sumida en el más absoluto olvido. Fue entonces cuando se compró la que durante años fue su vivienda en El Cervigón, salvándola de la ruina, y poco tiempo después se tomó el acuerdo de denominar Paseo Rosario de Acuña (⇑) al tramo comprendido entre el sanatorio Marítimo y la carretera de la Providencia. Pues bien, como ya he contado en escritos anteriores, la casa lleva años sin uso conocido y del paseo casi nadie conoce su existencia, pues no se encuentra en el lugar indicador alguno que lo informe. Las medidas a tomar en este último caso no parece que sean ni complicadas ni costosas, bastarían un par de placas que así lo indicaran a las numerosas personas que cotidianamente disfrutan de este lugar privilegiado del litoral gijonés.
En cuanto a los posibles usos de la casa de El Cervigón que permitieran su recuperación para la vida ciudadana, tuve ocasión de plantear algunas propuestas en un escrito titulado «Qué hacer con la casa de Rosario de Acuña» (⇑) (La Nueva España, 7 de noviembre de 2018). Sugería entonces que se dieran los pasos necesarios para convertirla en una casa-museo en donde, además de dar a conocer su testimonio vital a las personas interesadas, se pudiera ahondar en algunos de los temas que a ella más le interesaron, citando expresamente la posibilidad de albergar un centro de documentación del movimiento obrero y/o del movimiento feminista. De la propuesta apenas me llegaron algunos ecos, que situaban el principal inconveniente en la lejanía del edificio. Cierto es que la casa de doña Rosario se encuentra a poco más de tres kilómetros y medio de la plaza Mayor, pero también lo es que a mayor distancia se hallan otros edificios municipales, otros equipamientos culturales, y ello no es obstáculo para que reciban varios miles de visitantes al año.
La casa de El Cervigón lleva años sin uso conocido, y el centenario de la muerte de quien fue su primera moradora bien pudiera ser momento idóneo para que recuperara su uso colectivo y, de esa forma, se convirtiera en referente vivo y cotidiano de esta ilustre gijonesa, de esta incansable luchadora que, contando con treinta y pocos años, abandonó su prometedora carrera como dramaturga para iniciar una larga lucha en defensa de la libertad de conciencia y en contra de la subordinación social de la mujer. Una gijonesa ilustre que al avecindarse en la ciudad ya estaba bien curtida en el duro batallar, y que a pesar de encontrarse próxima a iniciar la sesentena no por ello dejó de luchar. Tanto es así que si tuviéramos que definir la etapa gijonesa con pocas palabras, éstas tendrían que referirse al decidido apoyo que dispensa a los más necesitados: los presos, las mujeres agredidas, los niños sin futuro, los trabajadores, los pescadores abandonados a su suerte, los soldados que combaten en trincheras africanas o europeas... A juzgar por las palabras que escribió el cronista el día de su entierro, bien podemos afirmar que el pueblo gijonés no lo olvidó: «el cadáver, encerrado en un modesto féretro, con arreglo a las disposiciones testamentarias, fue sacado a hombros de obreros, que se disputaban este honroso tributo», y que «a pesar de la lluvia pertinaz y de todos los inconvenientes que ofrecía el tiempo, en extremo desapacible, el pueblo siguió hasta el cementerio el cadáver de doña Rosario que fue conducido a hombros», a lo largo de los varios kilómetros que separan su casa del cementerio civil.
Sucedió hace noventa y siete años. Tenemos tres años por delante para preparar adecuadamente su centenario.
La Nueva España, edición de Gijón, 29-5-2020
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