21 junio

192. Un cuñado poderoso y cada vez más distante


Retrato de Francisco de Laiglesia Auset (1849-1822)
Madrid, parroquia de Santa Cruz, 22 de abril de 1876.  La novia, de veinticinco años de edad, es hija única. El novio, que en enero ha cumplido los veintidós, tiene dos hermanas y un hermano: Dolores, Consuelo y Francisco.

Rafael de Laiglesia Auset, teniente de Infantería con el grado de capitán que le fue concedido por méritos de guerra, y Rosario de Acuña y Villanueva, joven escritora a la que auguran un brillante futuro en el mundo de las letras, se otorgan mutua promesa de fidelidad eterna ante el católico ministro y sus respectivas familias, muestra representativa de la clase acomodada del nuevo Estado liberal.

La novia es hija de Felipe de Acuña,  por entonces inspector jefe de Ferrocarriles del Ministerio de Fomento, sobrina de don Antonio María de Acuña Solís, gobernador civil cesante de Castellón; prima de don Pedro Manuel de Acuña Espinosa de los Monteros (⇑), diputado y gobernador, al tiempo que Señor de la Torre de Valenzuela; prima también del marqués de Rianzuela y  de la condesa de Benazuza; así como sobrina del académico,  senador y exministro don Antonio Benavides Fernández-Navarrete y de su hermano Francisco de Paula, limosnero, capellán real y Patriarca de las Indias.

La familia del novio está encabezada por Augusto de Laiglesia Laiglesia (de quien ya se ha dado noticia en este blog, en un asunto relacionado con caballos ⇑),  viudo de María del Rosario Auset y Pérez de Lema, que había fallecido catorce años atrás. Le acompañan sus hijas María Dolores, casada con el escritor y exdiputado Emilio Gutiérrez-Gamero Romate, y María Consuelo. Pero es Francisco, el hermano mayor de Rafael, quien concita el interés y orgullo de los suyos, pues apenas hace unos meses, en las elecciones celebradas en enero, consiguió  un acta de diputado por la circunscripción de Puerto Rico, distrito de San Juan Bautista. Iniciaba entonces una larga carrera política en las filas del Partido Conservador.

Nacido en Madrid tres años antes que Rafael, no tardará en convertirse en un joven funcionario del Ministerio de Ultramar, puesto que abandonará poco después para adentrarse en el mundo de la política. Su llegada al Congreso de los Diputados con tan solo veintisiete años le facilitará el acceso a la elite política y económica que controlará los destinos del país a lo largo del periodo interrepublicano. Influencias, contactos y complicidades le llevarán del escaño a los consejos de administración, compartiendo sillón e intereses con conservadores y también, de presentarse la ocasión, con los liberales. Una vez consolidada su influyente posición, llegará el momento de dar satisfacción a sus inquietudes culturales (de las que ya dejó constancia en su juventud cuando se convirtió en uno de los últimos amigos de Bécquer ⇑). Será entonces cuando su nombre se una a los del duque de Alba, el marqués de Comillas, el duque de Medinacelli, el conde de Romanones y al de otros miembros de la nobleza de vieja y de nueva cuna en la distinguida lista de socios de la Sociedad Española de Amigos del Arte; será entonces también cuando se convierta en académico de la de Historia, en virtud a su actividad como coleccionista y estudioso del reinado de Carlos I.  

En 1879, mientras su hermano Rafael y su cuñada Rosario continúan residiendo en Zaragoza (⇑), Francisco renueva su escaño, ahora por el distrito de Játiva, al tiempo que se adentra en el mundo de los negocios constituyendo la Compañía del Puerto de Águilas, con el objetivo de realizar la construcción del mismo.  En 1882, el diputado y vicepresidente de la compañía constructora se une a otros socios (entre los que se encuentra el también diputado Segismundo Moret, que se convertirá al año siguiente en ministro de la Gobernación tras integrarse en el Partido Liberal liderado por Sagasta) para fundar La Forestal Extremeña, una sociedad anónima destinada a la adquisición y explotación de bosques maderables que habrían de suministrar la materia prima necesaria para la fabricación de traviesas.

Política, negocios... familia. En la primavera de 1883 ya es conocedor de que su hermano y su cuñada Rosario han decido separarse (⇑) . En mayo Rafael ya se encuentra en Badajoz, donde desempeña el puesto de jefe de la Sección de Contribuciones de la sucursal del Banco de España, mientras su mujer continúa en la casa de Pinto. Ya no volverán a estar juntos. Si Bécquer pudo haber sido un excelente punto de encuentro con el hermano de su marido, si la publicación el año anterior de su poesía al poeta dedicada (⇑) pudo haber sido una satisfacción compartida (Ya eres polvo; ya nada de lo que era / calor o movimiento / queda de ti sobre la humana esfera...), poco hay que compartir a partir de entonces.

A finales de 1884 Las Dominicales del Libre Pensamiento publica una carta (⇑) de Rosario de Acuña y Villanueva: lo abandona todo para convertirse en activa publicista del librepensamiento. Atraviesa a la otra orilla, en la que están los heterodoxos, los que luchan por la libertad de conciencia. Se aleja  de quienes han sido «los suyos» hasta ahora. También de Francisco de Laiglesia Auset, que ese mismo año ha renovado su acta de diputado, ahora por el distrito de Gandía; que prosigue su incursión por el sector de la metalurgia,  al constituir junto a otro socio la Sociedad Metalúrgica de Levante, para la fundición de minerales de plomo en la fábrica El Porvenir (La Unión, partido judicial de Cartagena) y Santo Tomás (Almería). Al año siguiente ahondará un tanto más en esta nueva vertiente empresarial con la creación de la Sociedad de Explotación de las Minas de Hierro de Bédar, sita en Almería. En 1886, siendo vicepresidente de la Compañía del Puerto de Águilas y presidente de las sociedades La Forestal Extremeña, Sociedad Metalúrgica de Levante, Sociedad de Explotación de las Minas de Hierro de Bédar, La Partidaria Sociedad Minera, es elegido diputado nuevamente por Játiva.

A pesar de no haber cumplido aún los cuarenta, ya resulta evidente que camina con paso firme por la senda del éxito que el Estado liberal, la España de la restauración borbónica, reserva a los miembros más aventajados de la burguesía. Bien pudiera pensarse que su creciente influencia pudiera haber tenido algo que ver con el hecho de que su hermano, militar de formación, se convierta en los inicios del año ochenta y siete en director de la sucursal del Banco de España en Guadalajara. Rosario, por su parte, realiza por entonces un largo viaje a caballo por León, Asturias y Galicia (⇑). Aunque su pretensión es la de publicar un libro en el cual dé a conocer la vida de las gentes de estas tierras,  aquel periplo de varios meses constituye una prueba fehaciente del gran cambio que se ha producido en su vida. Como librepensadora y masona la reciben en los lugares que visita; como librepensadora y masona la tratan. Los unos la agasajan; los otros la persiguen, la amenazan, la denuncian.  Qué lejos se encuentra de su cuñado, del mundo en el que triunfa Francisco de Laiglesia y Auset. Tan lejos está que su nombre no aparece en la esquela de su suegro, fallecido en 1889. 


Una de las esquelas aparecidas en la prensa comunicando el fallecimiento de Augusto de Laiglesia

Está lejos y aún lo estará más. Pocos meses después de la muerte de su padre, Rafael –quien, no lo olvidemos,  sigue siendo legalmente su marido– se traslada a Alicante para ocupar el puesto de director del Banco de España en aquella plaza; Francisco, continúa en el Madrid de los éxitos políticos y económicos. De su influencia entre los conservadores da buena prueba el que, elección tras elección,  sea uno de los fijos en el encasillado del turnismo bipartidista, convirtiéndose en vicepresidente del Congreso de Diputados. La primera vez que fue elegido para tal cargo fue en 1891, el año en que su cuñada también fue noticia en la prensa madrileña: el cuatro de abril la autoridad gubernativa prohíbe las representaciones de su obra El padre Juan (⇑), la misma noche de su estreno. 

Aunque no la consideren parte de su familia, lo que no pueden evitar don Francisco y sus hermanas es que Rosario de Acuña se convierta en viuda del comandante de Laiglesia. Rafael fallece en Alicante en los primeros días de 1901, a la edad de cuarenta y seis años de edad y con el rango de comandante de Infanteria de la escala de reserva, empleo al que había sido ascendido por antigüedad.  Un año después Rosario recibe la notificación del acuerdo adoptado por el Consejo Supremo de Guerra: tiene derecho a una pensión de viudedad por un importe anual de 1125 pesetas, que le será abonado por la delegación de Hacienda en Santander, situada a unos pocos kilómetros de distancia de Cueto, la localidad donde se ubica su afamada granja avícola (⇑).

El primero de mayo de 1902 se inaugura en los Jardines del Buen Retiro de Madrid la Primera Exposición Internacional de Avicultura, todo un acontecimiento, con seguimiento destacado por parte de la prensa diaria de Madrid desde el mismo momento de la inauguración oficial, que contó con la asistencia de Alfonso XIII y la reina regente, miembros del Gobierno y representantes extranjeros. Es probable que en la comitiva real se encontrara Francisco de Laiglesia, convertido nuevamente en vicepresidente del Congreso de los Diputados. Estuviera o no presente, lo que no sería de extrañar es que hasta él llegara la noticia de que a la viuda de su hermano le fue concedida una Medalla de Plata en aquella muestra avícola.

El éxito obtenido por Rosario de Acuña en aquella exposición, quizás fuera el detonante que ocasionó el cierra de su granja. Al enterarse su casera de quién era su inquilina, una masona anticlerical, la obligó a abandonar la granja casi sin tiempo para recoger sus pertenencias, perdiendo prácticamente todo el capital que había invertido en las instalaciones. El éxito cosechado por Francisco de Laiglesia le elevó a una de las cúpulas del poder económico: en 1903 abandona la vicepresidencia del Congreso de los Diputados para convertirse en gobernador del Banco Hipotecario.  Un año antes fue elegido miembro del consejo de administración de la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces, cuyo presidente era por entonces el señor Antonio Cánovas del Castillo;  Francisco Silvela, el abogado consultor.

Lograda la alta posición que le confería su presencia en instituciones tan preeminentes (hasta su muerte mantendrá sus puestos tanto en el Hipotecario como en los Andaluces),  desarrolla una intensa actividad como historiador y coleccionista especializado en el reinado de Carlos V, tema sobre el que versará tanto su discurso de ingreso en la Academia de la Historia en octubre de 1909, como la mayoría de sus publicaciones: Una crisis parlamentaria en 1538 (1903), Los caudales de Indias en la primera mitad del siglo XVI (1904), Las deudas del imperio (1904), Cómo se defendían los españoles en el siglo XVI (1906), Los gastos de la Corona en el Imperio (1907)…

En Gijón, lugar al que se trasladó en 1909,  Rosario de Acuña no puede menos de reírse, al enterarse de que Roberto Castrovido ha propuesto su nombre como candidata a ingresar en la Real Academia (⇑). En una casa situada a las afueras de la ciudad, sobre un acantilado del litoral gijonés, intenta recuperarse de las penalidades sufridas por la publicación de La jarca en la Universidad (⇑). Tras dos largos años de exilio en Portugal (⇑), regresa a la casa de El Cervigón más desilusionada, más cansada y con una merma importante en sus ya reducidos ahorros. Sus únicos ingresos son los de su pensión de viudedad: poco más de noventa pesetas mensuales. Quien, aquel 22 de abril de 1876, el día de su boda,  estuviera rodeada de algunos de los integrantes de la «buena sociedad» madrileña, quien  formó parte de lo que ella calificó como «alta burguesía», era ahora una anciana y menesterosa mujer, que por avatares de la vida (por opciones personales, sí, pero también por decisiones ajenas) se ha integrado en alguna sección de la extensa nómina de españoles que necesitan estirar sus reducidos ingresos para ir malviviendo.

Quizás hasta los ya cansados oídos de la viuda del comandante de Laiglesia lleguen los ecos, cada vez más distantes, de alguna  noticia relacionada con quien fue su cuñado: de la boda de su hijo Fernando de Laiglesia Romea con Rosario González Labarga (una ceremonia a la que asistió lo más selecto de la sociedad capitalina); de la mansión que se ha hecho construir en la madrileña calle Bécquer; del retrato que ha encargado a Manuel Benedito y que lucirá en los salones de su vivienda; del nacimiento del último de sus nietos, de nombre Álvaro quien, con el tiempo, se habrá de convertir en el reputado director de la revista La Codorniz (⇑); ...de su fallecimiento el día 17 de octubre de 1922.




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