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04 agosto

241. «Tarea pendiente la del centenario de Rosario de Acuña», por Félix Población

 

El reciente fallecimiento de José Bolado, a quien tuvo el gusto de conocer cuando se publicó su magnífica edición de las Obras Reunidas de Rosario de Acuña, me hizo recordar a la escritora librepensadora que vivió y murió en Gijón el 5 de mayo de 1923 y de la que tuve temprana noticia cuando pocos adolescentes de mi edad sabían que ese nombre no solo respondía al de una apartada zona de la ciudad sino al de una personalidad literaria, comprometida con la lucha social, y sepultada, como tantas otras, por la mordaza de la dictadura.

Mi conocimiento precoz se lo debo a Amaro del Rosal (⇑), que había tenido oportunidad de visitar a la poeta y escritora en su casa del Cervigón un primero de mayo y desde su exilio en México solicitaba regularmente a Luciano Castañón artículos publicados por Acuña en el diario local El Noroeste, en el que colaboró durante bastantes años. Movido por la curiosidad, recuerdo haber solicitado en la biblioteca pública del viejo instituto, con catorce o quince años, un tomo de ese periódico sin que se me permitiera su lectura. 

Con el paso del tiempo, antes de que Bolado llevase adelante su más que notable edición –en la que podemos leer una excelente biografía de la escritora–, tuve oportunidad de revisar los artículos publicados por Rosario de Acuña en Las Dominicales del Libre Pensamiento, al lado de las firmas más sobresalientes del primer feminismo en España. Amaro de Rosal, que guardaba un recuerdo imborrable de Acuña, comparaba su personalidad con la de Flora Tristán, sobre la que Vargas Llosa escribió una novela (El paraíso en la otra esquina) que no está precisamente entre las mejores.

 La casa con anterioridad a la reforma (El Comercio, 16-1-1988)

Desconozco si la actual corporación municipal, con ocasión de centenario del fallecimiento de Acuña –cuyo entierro reunió a una multitud en las calles de la ciudad–, tiene proyectado algún tipo de conmemoraciones que haga más viva la precaria presencia de su memoria. Macrino Fernández Riera, que tan bien conoce la obra de Rosario de Acuña, recordaba en varios artículos la necesidad de que el equipo de gobierno municipal no pasase por alto esa oportunidad.

En este sentido, no solo convendría resaltar el nombre del paseo que lleva el nombre de Acuña, desde el Sanatorio Marítimo a la carretera de La Providencia, sino recuperar un uso colectivo para la casa del Cervigón, que bien podría convertirse en un centro de documentación feminista. Se da la circunstancia de que el tío abuelo de Lidia Falcón, la persona que reúne en España la mayor documentación sobre el feminismo histórico, fue Carlos de Lamo Jiménez, con quien convivió Acuña durante los últimos años de su vida, hermano de la abuela de Falcón, Regina de Lamo, música, escritora y una avanzada también en la lucha por los derechos de la mujer.

En la localidad de Pinto (Madrid), en donde Rosario de Acuña también vivió, su nombre no solo está en el callejero sino al frente de un centro social inaugurado hace más de diez años. Esos precedentes son la base para que, con vistas al año 2023, una de las asociaciones culturales de aquella ciudad proyecte incrementar las obras de Acuña en las bibliotecas públicas y dedicar todo el año del Aula de Historia a la personalidad y obra de la escritora. Allí, ya está entre las previsiones del municipio todo un mes de mayo de 2023 dedicado a exposiciones, conferencias, proyecciones y funciones teatrales en torno a Rosario de Acuña.

Porque Gijón puede y debe, si quiere ser coherente con la multitudinaria despedida que sus ciudadanos dieron a quien tanto se preocupó por las clases populares en su lucha por una vida digna, sería deseable que en breve tuviéramos noticia de que Rosario de Acuña ha dejado de ser algo más que un bello promontorio desde el que se avista el mar. También debería avistarse desde allí una ciudad agradecida con quienes se comprometieron con la emancipación social.

MiGijón, 28-6-2021

 

 



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Rosario de Acuña y Villanueva. VIDA y OBRA (⇑)

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25 diciembre

68. Noticia sobre el destino de una parte de su biblioteca


El pago de los intereses de la hipoteca con que está gravada la casa de El Cervigón fuerza a Carlos Lamo a poner a la venta la nutrida biblioteca de Rosario de Acuña. En esa tesitura, prefiere que sea una sociedad cultural gijonesa la destinataria del legado. Así fue como en 1924 la recién creada Sociedad de Cultura e Higiene de Cimadevilla se hace con una parte los volúmenes atesorados a lo largo de los años, tal y como se recoge en la crónica de la inauguración de la citada sociedad:

En el local que ocupa en la Casa de Nava, se celebró ayer a las siete y media de la tarde, la inauguración de la nueva Sociedad de Cultura e Higiene de Cimadevilla, instalada allí por los animosos elementos del barrio alto, que no desmayaron en sus gestiones hasta ver colmada una de las más vivas aspiraciones de aquellas gentes buenas y sencillas, deseosas de incorporarse al movimiento cultural latente en un núcleo de nuestra juventud.

El local se hallaba atestado de gente, marineros en su mayoría, pues casi todos vestían el típico traje de mahón.

En la presidencia se sentaron el presidente de la nueva sociedad, don Luis Sánchez, el secretario, don Luis Fernández del Corral; el doctor don José María Gutiérrez Barreal; el abogado don Carlos de Lamo y el digno maestro de Primera enseñanza don José Trabanco García, al cual se rendía un homenaje como premio a sus cincuenta años de incesante y fructífera labor pedagógica.

[...]

A continuación, nuestro querido amigo don Carlos Lamo, dio lectura a unas cuartillas en la que, con vigoroso estilo, recordó los rasgos espirituales de doña Rosario de Acuña, aquella mujer que estuvo siempre tan cerca de las gentes humildes y supo sentir como propias las vicisitudes y las adversidades de los trabajadores todos y, principalmente, de los trabajadores de la mar.

Hizo resaltar el señor Lamo en su trabajo la trascendencia que encierra el hecho de que la biblioteca de aquella gran mujer fuese a para a un lugar que tan bien se asocia a la ideología de redención espiritual de los humildes que animó a doña Rosario en todos sus actos. Por último el señor Lamo indicó la conveniencia de gestionar la biblioteca de Jovellanos, aquel hombre que amó tanto a Asturias y a Gijón, como a la virtud y a la verdad, en vez de correr el riesgo de perecer, tal vez abandonada, fuese utilizada para difundir la cultura entre los hombres sanos de pensamiento que van a comenzar una nueva vida siguiendo la de la Sociedad inaugurada ayer.


Pues bien, como quiera que en 1928 la citada sociedad publicó un folleto en el cual, entre otras cosas, se incluye el catálogo de su Biblioteca Circulante, es de suponer que entre las cerca de setecientas referencias allí incluidas se encontrarían las de aquellos que la sociedad había comprado a Carlos Lamo cuatro años antes. Sólo hay que encontrarlos. Veamos: los libros aparecen ordenados alfabéticamente por el apellido de su autor, lo cual, ciertamente, no nos aclara gran cosa. Mayor interés adquiere para nosotros el número de registro que se asigna a cada título, pues cabe pensar que aquellos que componían el lote comprado al heredero de la escritora debieron de ser anotados correlativamente. Una vez ordenados los títulos por este concepto encontramos bloques de volúmenes en número variable que mantienen el orden alfabético de autor de forma más o menos rigurosa. Uno de ellos, el que comienza en el número 295 y termina en el 422, contiene autores que coinciden con algunos de los citados por Rosario de Acuña en diversos artículos, además de otros con títulos de temática muy querida para ella, como la Agricultura, la Gramática Francesa, la Historia Natural o la Geografía. Allí están, en efecto, Modesto Lafuente, César Cantú, Charles Darwin… y, a su lado, Pascual Madoz (Diccionario Geográfico de España), Emilio Castelar (Historia de las clases trabajadoras), Victoriano Garrido y Escuín (La cárcel o el manicomio, con prólogo del doctor Esquerdo ⇑), Edmundo de Amicis o el filósofo fray Ceferino González, citado por ella en más de una ocasión. Las referencias apuntan a que, probablemente, estos 129 volúmenes, entre los que no hay ninguna obra literaria, sean aquellos procedentes de su biblioteca que fueron comprados por la Sociedad de Cultura e Higiene. Es probable que más adelante la misma entidad adquiriese a Carlos Lamo algunas obras más, pues aún se conserva en la biblioteca Jovellanos (lugar donde fueron depositados todos los libros de la Sociedad a la terminación de la Guerra), un volumen de aquel fondo del que sí sabemos con certeza que perteneció a la escritora. 

 Dedicatoria que aparece en el libro El curiosos parlante que se conserva en la Biblioteca Jovellanos de Gijón

Se trata del que lleva por título ¡El curioso parlante!... , álbum que reunió y publicó Sebastián López Arrojo en homenaje a su suegro Ramón Mesonero Romanos y en el que se incluyó un artículo de doña Rosario: en dicho ejemplar consta la siguiente dedicatoria manuscrita: «A la Sra. Dª Rosario de Acuña. s.s.s. y afmo. amº. S. López Arrojo. Junio de 1889», que confirma la titularidad del ejemplar registrado con el número 511 en el catálogo al que me estoy refiriendo.

Nota. Este comentario fue publicado originariamente en blog.educastur.es/rosariodeacunayvillanueva el 16-7-2010.




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Rosario de Acuña y Villanueva. VIDA y OBRA (⇑)

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