Como bien saben quienes suelen disfrutar de la montaña, no se trata de caminar por caminar, de ascender y ascender. De vez en cuando conviene hacer una parada. Resulta conveniente no solo para recuperar el aliento, aliviar el reseco gaznate o calmar el apetito con unos frutos secos o con el tan socorrido plátano, sino también –y no menos importante– para disfrutar con mayor sosiego del reconfortante panorama que se despliega ante nosotros; para escuchar, ver y sentir; para mudar la mirada, que con cierta testarudez vuelve a fijarse en el repecho que tenemos por delante, cuando no en la cima a la cual queremos llegar y que tras cada recodo reaparece ante nuestros ojos. Es entonces cuando, si el escenario lo permite, podemos echar la vista atrás; es entonces cuando nos percatamos de lo que ya llevamos recorrido.
Tras doscientos treinta y nueve comentarios, bien podemos hacer lo propio: una parada, un alto en el camino para recordar de dónde venimos y para poder visualizar sobre el terreno la huella de nuestra ya larga andadura. El once de julio de 2009 echaba a andar este blog con un escrito de agradecimiento a la investigadora María del Carmen Simón Palmer (⇑), cuyos trabajos posibilitaron que la comunidad académica empezara a interesarse por la figura de nuestra protagonista, desconocida para la mayoría. Desde entonces no han faltado los comentarios, entreverados con análisis propios y ajenos, acerca de su vida y obra, en los que se ha dado cuenta de los avances que se han venido produciendo en el proceso de recuperación del testimonio vital que nos ha legado doña Rosario de Acuña y Villanueva.
Nos hemos alegrado de que su pasión por la razón y por la libertad cobrara vida en el Centro Dramático Nacional, donde en el otoño de 2018 se estrenó la obra Rosario de Acuña: Ráfagas de huracán, escrita por Asunción Bernárdez. Asimismo, de su incorporación a espacios digitales muy visitados, no solo a la ya casi ineludible Wikipedia (⇑), sino también a otros más especializados como la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (donde cuenta con un portal desde febrero de 2013 ⇑), la Biblioteca Nacional (⇑), cuyos responsables la incluyeron en el programa Escritores en la BNE, o el sitio que acoge el Proyecto Ensayo Hispánico (⇑), ambiciosa y estimulante iniciativa puesta en marcha en 1997 por José Luis Gómez Martínez, profesor emérito de Ensayo Hispánico en el Departamento de Lenguas Románicas en la Universidad de Georgia, con el objetivo de difundir la cultura hispánica.
Aunque en este campo aún quedan asuntos por resolver (⇑), lo cierto es que su nombre ha vuelto a tener presencia en el espacio público, en las calles y en los edificios. Hace un par de años su nombre volvió a figurar en el callejero de Tarrasa, poniendo fin a una situación paradójica (⇑). Unos meses antes, fue un edificio madrileño el que recuperó su antigua denominación. Al centro sociocultural sito en la calle María del Carmen número 65, inaugurado el 11 de febrero de 1933 como Grupo Escolar Rosario de Acuña, le fue entonces oficialmente restituido su anterior nombre (⇑). Mayor significación, si cabe, tiene lo sucedido en Pinto, donde otro centro municipal, en este caso de nueva creación, fue inaugurado con el nombre de nuestra protagonista, al ser el suyo el más votado en la consulta popular que se convocó a tal efecto (⇑).
Parece evidente que esta mayor visibilidad lograda en los últimos años no hubiera sido posible sin un mayor conocimiento de su vida y de su obra. A la recuperación de sus dos obras dramáticas más representativas efectuada a finales de los ochenta por Simón Palmer, siguió la publicación de varios estudios biográficos y la edición de las Obras reunidas (2007-2009). A medida que se iba abriendo el camino, a medida que se iba dibujando el sendero en la ladera, mayor era el número de quienes se adentraban por él, mayor el número de quienes se enrolaban en esta tarea colectiva (⇑). No hay más que acudir a la relación bibliográfica (⇑) que aparece en la página Rosario para comprobarlo: artículos en la prensa diaria y en revistas académicas, especialistas de universidades españolas y extranjeras, nuevos estudios biográficos, inclusión de obras suyas en diversas antologías, reedición de algunas otras que se habían dado por desaparecidas (⇑)... Con todo y de cara a lo que aún queda por recorrer, quizás lo más gratificante sea el hecho que Rosario de Acuña se haya convertido en materia de estudio para quienes finalizan sus estudios universitarios y que su vida o su obra sean el fundamento de algunos trabajos fin de grado o fin de máster.
Aunque, ciertamente, cada vez son más las personas que se interesan por nuestra protagonista, aunque cada vez es mayor el número de quienes transitan por el sendero, también lo es que, vuelta la vista al tramo ya recorrido, notamos la ausencia de algunas otras que lo han dejado. El último en abandonarnos ha sido José Bolado, de cuya ausencia nos enteramos hace unas pocas semanas. Nos unía el interés por conocerla mejor, y ella era el tema principal de nuestras conversaciones. Aunque coincidimos en alguna ocasión, casi todas fueron a distancia. Las primeras, allá en el verano de 2006, cuando preparaba las Obras reunidas. Recuerdo que trataron de la estancia de doña Rosario en Santander. Contrastamos nuestras informaciones sobre los escritos publicados en El Cantábrico y hablamos sobre la fecha de su marcha de Cueto. Fue entonces cuando me contó que su familia paterna era originaria de Cantabria y que unos parientes suyos habían rastreado infructuosamente el asunto de la mudanza; yo le conté lo que había averiguado al respecto. Cambió de correo, cambiamos de correo, pero el tema era el mismo. El largo proceso de preparación de Rosario de Acuña, Hipatia (1850-1923) Emoción y razón (⇑), el libro colectivo en el que ambos participamos, propició un intercambio epistolar más intenso.
Mi muy estimado José, aunque sin duda notaremos tu ausencia, creo que estarás de acuerdo conmigo en que debemos dar por finalizado este alto en el camino para volver al sendero, con más ganas aún si cabe y con la mirada puesta en lo que todavía nos queda por recorrer.
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